Para muchos, esto os parecerá una chorrada; os diré dos cosas: si así es, pasad de largo, si así es, o bien no conocéis lo que es, o bien os da igual... En este último caso, os merecéis un bofetón en la cara.
Esta mañana venía con una borrachera increíble, y justo cuando entraba por la puerta de casa mi padre se iba a trabajar (6:30, aprox.). Ebrio-filosófico fue el momento en que escribí esta nota en el Facebook:
No somos capaces de valorar lo que tenemos, a la par que somos excesivamente capaces de hacerlo sobre lo que anhelamos tener. Como ciegos en un mundo donde predomina la visión, siempre intentamos ver más allá del horizonte, sin percatarnos de todo lo que podemos ver antes de llegar a él.
Yo lo he hecho. Y he visto un mundo que más de uno querría pisar, donde la suerte y el amor fraternal reinan, pero no imperan. Donde el esfuerzo ha demostrado ser el único que, paso a paso, peldaño a pldaño, ha logrado formar un inmenso castillo de sueños e ilusiones.
Debemos fijarnos en lo que tenemos, en las pequeñas muestras de cariño que acarician nuestra alma día tras día, pero que, por costumbre, o porque simplemente estamos tan acostumbrados a ellas, no nos percatamos de que están ahi... Y de que nos dan la fuerza necesaria para seguir al pie del cañón.
Hacía tiempo que no veía todo esto. Siempre queriendo ver más allá, tan ambicioso como siempre...
Hoy va por vosotros dos. Porque, aunque os merecéis muchísimo más que una nota de Facebook, veláis por mí y por ella. Porque juro solemnemente que nunca os faltará nada mientras yo viva, y pueda apartar todo el mal que pueda llegar a rodearos con mi espada; en este caso, mi corazón.
Somos muchos los que no nos paramos a pensar en qué hacen nuestros padres para que no nos falte de nada. En mi caso, él se levanta cada día (y cuando digo cada día, es cada día) a las 6, 6 y algo de la mañana para abrir la papelería, combinando de lunes a viernes (y algún sábado su trabajo con Correos). Ella se levanta a la misma hora, tal vez un poco más tarde, para ocpuarse de mi hermana pequeña y de las tareas de casa, yendo a la papelería cuando mi padre tiene que ir a Correos. ¿Qué quiero decir con esto? Sencillo. Que no seríamos nada sin ellos. Por eso, "públicamente", y con los ojos apunto de rebentar en lágrimas, quiero darles las gracias. Y creo que somos muchos los que también deberíamos hacerlo de vez en cuando...
Malditos domingos de reflexión...